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viernes, 18 de agosto de 2017

Razas e Inmigración, Historia de una Venezuela racial y de clase


Por: Luis Antonio Gonzalez Espinoza
En un artículo publicado en el portal web El Estímulo el pasado 21 de marzo de 2016, la periodista Norkis Arias, a propósito de la celebración del Día Internacional contra el Racismo, evalúa uno de los aspectos más polémicos que como sociedad tal vez no hemos sabido tratar: El racismo imperante que reina en la sociedad venezolana. Por la misma línea, a mediados de 2013, el periódico estadounidense The Washington Post publicaba un estudio que aseguraba que el país más racista de toda América Latina es Venezuela; superando a argentinos y brasileños en esta lista. Es cierto que no es un problema tan visible como la inseguridad o la depresión económica, pero es un lastre que puede frenar enormemente los compromisos que tenemos que alcanzar para surgir de nuevo como país; tomando en cuenta que una parte significativa de nuestra población no tiene un origen étnico claramente definido y muchos descienden de primeras o segundas generaciones de inmigrantes.  
Este tópico se convierte especialmente relevante para entender el transcurrir del siglo XX y XXI venezolano, pues la mayor parte de la población foránea que hubo de llegar al país lo hizo a partir de esta época. Autores como Alberto Adriani defendían enormemente el aumento de inmigrantes, especialmente de origen caucásico, debido a que “permiten empujar a los nacionales a puestos más remuneradores, quitando así la presión de las clases medias sobre aquellos que ejercían el poder”. No solamente eso, sino que además sugería que el Estado fuera el que llevara a cabo la selección de los migrantes que llegaran a nuestro país, para así restringir en lo más posible la entrada de población no blanca. Sobre este tema que plantea Adriani no cabe la menor duda que este tipo de pensamiento podía permitirse en las sociedades positivistas previas a los movimientos de independencia de las colonias y el Movimiento de los Derechos Civiles de los años sesenta; pero ciertamente es extraño pensar que solamente la población blanca hubiera sido capaz de hacer productivo a este país: Primeramente se puede observar que países en donde se observó gran llegada de población blanca no dejaron de tener problemas sociales profundos, como en el caso de la Argentina del siglo XX; así como la historia demostró que sociedades como la asiática podían desarrollarse hasta llegar a ser líderes del mundo desarrollado. Asimismo una política inmigratoria desarrollada y dirigida por el Estado probó que tampoco por allí se encontraba la solución, pues gran parte de ese flujo terminó dedicando sus esfuerzos a la inversión de capital, la construcción o el sector de los servicios, siendo competidores entonces de nuestra clase media e incluso superándola en formación y éxito económico. Serían en cualquier caso los inmigrantes de nuestros vecinos latinoamericanos, numerosos en nuestras tierras y hambrientos por un futuro que sus bananeras repúblicas no les brindaban, los que aceptarían aquellos trabajos duros que ni la población nacional ni la extranjera caucásica terminarían aceptando.
Es importante entender también que, al contrario que Argentina o Uruguay, la inmigración llega a Venezuela ya entrado el siglo XX, por lo que hay dos factores importantes de peso aquí: La xenofobia que inicialmente pudo haberse albergado en los venezolanos por la presencia extranjera y las políticas que implementaría el gobierno venezolano para atraer a los inmigrantes. Esto se puede ver reflejado en trabajos como los de Berglund (2005), donde se ve los lentos avances que se fueron haciendo desde el gobierno de Gómez para permitir la inmigración, primariamente blanca. La política inmigratoria demostró además una falla fundamental, que fue el hecho de que muchos de los que llegaron no terminaron dedicándose a la agricultura por muchos factores; cuando podían hacerlo era que ya habían ganado dinero en otra área, y por tanto lo que terminaban convirtiéndose era en nuevos grandes terratenientes, no agricultores de oficio. Eso, además, nos deja un dato sorprendente: Muchos inmigrantes, especialmente los que vinieron antes de 1957, retornaron a sus países. Entonces tal vez el problema no esté en la raza que sea el inmigrante, sino en el perfil de país a donde se emigró; además nos deja con un país con poca población extranjera fuera de las zonas urbanas, por lo que el aporte que da al final el inmigrante es alguien que nos creó los servicios y nos dio músculo a nivel de la clase media, mas no ayudó a levantar a los venezolanos de sus clases sociales preconfiguradas desde la era de la Independencia.

A pesar de que nos hagamos llamar un país de inmigrantes, en realidad no lo somos: Somos un país que en un momento recibió una inmigración circunstancial, la cual además no se mezcló en su totalidad con la población nativa. En corto esto nos ayudó ciertamente a cimentar nuestra sociedad y a darle más músculo a la economía, mas nos ha venido creando un nuevo problema desde ya hace más de 80 años: El racismo en Venezuela.
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