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domingo, 18 de octubre de 2015

Juan Andrés Blanco – Caracas - Alaska



Después de 3 meses de ardua planificación, de plantearse rutas, estudiar mapas y entrevistar a gente, Juan Andrés, Carlos y su papá, Manuel (Manolo de cariño), junto con un amigo, Robert, comenzaron la segunda aventura más grande de sus vidas, ir de Caracas a Alaska en moto.


¿Cómo empezó todo?

“Mi papa siempre fue súper deportista, me compró mi primera moto de motocross a los 7 años.”  Nos cuenta que la idea nació en un viaje de familia a Argentina, en donde a señal de promesa, se dieron la mano e hicieron un pacto verbal de rodar hasta Buenos Aires en moto.

“Nos encantó la vida de conocer el mundo en moto, y una experiencia así te hace ver la vida distinta. Muchas cosas que parecen imposible no lo son, y te planteas nuevos sueños, cada vez más grandes”.

Luego de lograr la primera meta, y de más de dos meses de viaje, se prometieron nuevamente rodar, pero con diferente norte. “Nos dimos la mano de nuevo, nuestro próximo rumbo era Alaska”


 ¿Cuál fue el reto más grande?


“Un viaje así en moto es muy fuerte, muy físico. Te tienes que parar muy temprano, pero más que físico es mental, hay que tener mucha fortaleza y mentalizarte a lograr tu objetivo pase lo que pase.”


“Te encuentras con muchas situaciones pero todo lo puedes resolver, siempre hay gente queriendo ayudar, y eso nos sorprendió.”

Para estos aventureros, su miedo más grande es no vivir. “Miedo nos da morir sin haber vivido un sueño tan grande. Muchos de los ¿Qué pasa si? Nunca pasan, y lo que pasan, se resuelven.”, nos cuenta entre risas.

¿Qué fue lo más increíble que vivieron?

Juan Andrés nos cuenta que estaban rodando por Canadá, cerca de Smithers (noroeste de British Columbia), y en el camino se encontraron con dos osos negros. “Les tomamos muchas fotos, fue increíble. Ahí estaba el oso, en su hábitat natural”



También nos relata una experiencia que solo vivió el: “Me encontré con un alce que Carlos y mi papá no lograron ver”.



En esta oportunidad se encontraban en Haines, en una cabaña en medio  del bosque. “Le dijimos al dueño que éramos del trópico y que nunca habíamos visto Auroras Boreales o alces. Fue cómico porque su hijo no comprendía como es que nunca habíamos visto un alce, para ellos es demasiado natural.”

Luego esa noche, el dueño los despertó a las 10 de la noche, “apenas estaba comenzando a anochecer. Nos tocó la puerta para mostrarnos un alce que estaba ahí mismo, al lado de la cabaña.”

Con mucha emoción nos contó: “En ese momento estaba asombrado, solo podía pensar que salí de mi casa hace unos días y ahora estoy aquí, en Alaska, cumpliendo mi sueño y viendo un alce”

Para Juan y su familia, la felicidad en un viaje no es llegar sino lo que se vive cada día. “Cada día lo disfrute, cada pueblo es especial. Pero el momento en que vimos el letrero de Alaska, fue cumplir un sueño que teníamos desde hace años. Ahí sentí que podía lograr lo que sea.”

“Si puedo inspirar a alguien a que pueden luchar por lo que sienten imposible, estamos logrando nuestro objetivo.”


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